Condenadas a no ser más que la sombra de un hombre, a las palabras que laceran y humillan a un tiempo, a vivir en la precariedad económica, a yacer en un paraje, en medio de la oscuridad, convertidas en la ausencia que se llora a la luz de las velas. Es el mito de nuestro destino.

Pero no. El destino trazado por los opresores no infundió la resignación ni el miedo: engendró la Marea Verde y la Revolución Morada. Ideas que iluminaron nuestra mente y nos revelaron todo el horror de la violencia. Sufrimos, sí: lloramos, y ya no pudimos ser indiferentes: teníamos que reconstruir este mundo, por nosotras y para nuestras hermanas.

Ante el silencio que nos impusieron, decidimos gritar; ante el feminicidio, tomamos las calles; ante el pisoteo de nuestros derechos, rehicimos las leyes; ante la violencia en la infancia, educamos en la ternura; ante el desprecio intelectual, decidimos escribir: retratarnos en nuestros textos. Descubrirnos. Y este número de Interliteraria es prueba de ello y de que un mundo mejor está por venir. Aunque el porvenir brille a la distancia.

Comité editorial